Los primeros reintroducidos en Yellowstone llegaron en 1995.

Los primeros reintroducidos en Yellowstone llegaron en 1995. iStock

Ciencia

El controvertido regreso de los lobos al parque de Yellowstone: el efecto dominó que nadie previó

Una investigación reciente cuestiona la eficacia de la reintroducción de estos animales en el parque natural para recuperar su equilibrio.

12 mayo, 2024 02:18

Los lobos volvieron al Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming, Estados Unidos) en 1995, 70 años después de que desaparecieran del que había sido su ecosistema natural. Desde entonces, se ha investigado cómo su reintroducción ha podido cambiar la biodiversidad del entorno. Siempre se ha pensado que su regreso provocó una cascada trófica (efectos indirectos y amplificados de los depredadores sobre los animales que están por debajo de ellos) que permitió renovar la vegetación y estimular la biodiversidad. Ahora una investigación cuestiona esta teoría. 

Las primeras investigaciones aseguraban que el aumento de la población de los lobos disminuía la de los alces, llegando a reducir los 17.000 ejemplares que había en el territorio a la mitad. Esto llevó a los científicos a pensar que la vuelta de los lobos a Yellowstone y su dominio depredador habían ayudado a reducir el pastoreo de estos animales y, como consecuencia, a restaurar y expandir bosques, pastos y otros animales salvajes. 

Laura Moreno, responsable del programa de biodiversidad y especies amenazadas del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), asegura que especies como el lobo ejercen un papel clave en los territorios que habitan. Entre ellos, regular la población de otros animales. "Cuando quitas una pieza hay efectos muy claros en el ecosistema".

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La situación del parque natural estadounidense ha llevado a los expertos a plantearse cómo se debe actuar para corregir un ecosistema que está desequilibrado. Las investigaciones más recientes se replantean esas primeras hipótesis y hacen otras estimaciones. Exponen que, aunque los álamos y los sauces proliferan de nuevo, el daño producido en la vegetación y el suelo por el pisoteo de los alces tardará mucho en recuperarse, si es que lo hace. Lo que tienen claro los investigadores es que la reintroducción de los lobos no era una carta mágica para recuperar el ecosistema.

Alejandra Zarzo, investigadora postdoctoral del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), explica que, cuando una especie desaparece de un ecosistema, ese efecto se nota desde el primer momento, sobre todo si se trata de una especie predadora, como es este caso. "No es solo cómo se alimenta, sino todo lo que puede provocar"

Ante la ausencia de un depredador que les acechara, el resto de especies cambiaron sus comportamientos y aumentó su población. Lo que se produce es una cadena de sucesos, cuenta Zarzo. Al incrementarse la población de alces, disminuye la vegetación porque se alimentan de ella y se reducen también los bosques. Esto afecta, además, a otras especies como los pájaros, los castores e incluso los insectos que habitan la zona.

Una de esas modificaciones de conducta es lo que los expertos llaman "la ecología del miedo". Ahora son mucho más cautelosos y se limitan a vivir en zonas donde pueden estar alerta ante un posible ataque. La presencia de los lobos en el parque natural reduce la seguridad de los alces, que ya no pueden merodear tranquilos por las orillas del río ni comer todo lo que encuentran a su alcance. Esto ha permitido que estas zonas vuelvan a extenderse la vegetación.

Incluso la orografía del terreno se ha visto modificada con la extinción y posterior regreso de los lobos, concretamente el cauce del río. La acción sin freno de los herbívoros redujo la vegetación de la orilla, que cumple infinidad de funciones, entre ellas protegerlo, filtrar contaminantes y dar sombra para bajar la temperatura del agua, cuenta Moreno, de WWF. Si esas plantas desaparecen, el río está más expuesto a inundaciones y otros fenómenos que pueden erosionar los alrededores. 

Zarzo, del MNCN-CSIC, añade también la función de los castores en estas variaciones. Una de las tareas de estos animales es construir presas. Si se reduce la cantidad de árboles por la acción de los alces, estos roedores dispondrán de menos madera para sus diques. Con la reintroducción de los lobos, estos animales han podido volver a su actividad y se han visto otros cambios en el río. Además, el Servicio Forestal estadounidense reintrodujo 129 castores en los arroyos al norte del parque casi al mismo tiempo que los lobos.

Los bisontes, el nuevo problema de Yellowstone

Algunos investigadores teorizan que la creciente manada de bisontes en el parque ha reducido el efecto de la cascada trófica de Yellowstone y la reaparición de la vegetación de la ribera del río. Esta especie está en su momento más pleno, el año pasado el recuento los cifraba en casi 5.000 ejemplares. Además, ser más grandes y poderosos que los alces los hace menos vulnerables a los lobos, que en 2023 contaban con 124 individuos.

Los bisontes, dicen ciertos expertos, están dañando los ecosistemas del parque natural: pisotean y destruyen plantas nativas y permiten la propagación de plantas invasoras. De hecho, ese suelo deteriorado llevó a unos 4.000 ejemplares a emigrar en el invierno de 2023 a Montana. El problema de este movimiento es que pueden portar una enfermedad llamada brucelosis que podría infectar al ganado.

Para hacer frente a esta situación, ese mismo invierno comenzó una cacería para reducir su población que acabó con casi una cuarta parte. Este año, dicen los datos, solo han abandonado el parque unos pocos ejemplares. La diferencia entre el tamaño de población de bisontes y lobos hace que tenga que pasar el tiempo para que los últimos puedan controlar a los primeros, detalla Zarzo, del MNCN-CSIC.

La investigadora explica que, si bien estos mamíferos tienen una reproducción y un crecimiento más lentos que los alces, también son más grandes, comerán más vegetación y causarán más daño en el suelo

Sobre la reintroducción, Zarzo, cree que la idea puede ser buena o mala según el tiempo que haya pasado. Si se trata de una perturbación reciente, sí que puede ser adecuado, pero "si hablamos de especies extinguidas hace 500 años ¿hasta qué punto interesa?", ejemplifica. Para Moreno, hay que priorizar la conservación de los animales en peligro de extinción antes que la recuperación de otros desaparecidos mucho tiempo atrás. 

La responsable del programa de biodiversidad de WWF hace hincapié en que el ser humano ya afecta, sin querer, para mal a la naturaleza. Por este motivo, defiende que se debe intervenir para reducir las presiones y ayudar a proliferar a las especies que pueden desaparecer de los ecosistemas. La investigadora del MNCN-CSIC es clara: “Es interesante proteger a las especies individuales, pero para el ecosistema lo necesario son las funciones que ellos ejercen”